- La crisis y el alcalde de Totana



Si hay un pueblo que, por muchas razones, no se merece el alcalde que tiene, aunque muchos lo aclamen y le pongan el laurel de los héroes olímpicos que patrocinó el dios Apolo tras sus cuitas amorosas con Dafne, ese pueblo se llama Totana. Si hay un alcalde que no merece serlo y debería estar repasando manuales de comportamiento general, tanto con paisanos que no le votan como con la oposición política que no respeta, algún libro de urbanidad y de cómo se debe gestionar un Ayuntamiento y el dinero de los demás, ese alcalde es Martínez Andreo, un oscuro ejemplar del pepé más recalcitrante que ha bebido en las fuentes del desprecio político a sus contrincantes, en la democracia a lo fascista, en el mesianismo político, en el descaro más vergonzante y en el uso abusivo de unos fondos públicos, el dinero de todos los totaneros, para llevar a Totana, gracias a su trayectoria, a las más altas cotas de vergüenza nacional.

En unos momentos en los que la crisis económica acapara todo el espacio informativo y crítico nacional, el infumable alcalde de Totana, imputado por ocho delitos, una de las ovejas negras del del señor Valcárcel, ahora en plan descarriado, que deja sus mejores dentadas para perseguir a los partidos de oposición (no distingo a saber qué clase de piel y qué especial mondongo les tolera soportar a semejante cohorte prehistórica en los Plenos municipales), el infumable, decía, hace alardes de la peor estofa con los dineros públicos, mientras el Ayuntamiento lo tiene a pan pedir, los proveedores esperando un milagro, la oposición sin percibir sus fondos correspondientes para ejercer su ministerio en medio de una pandilla que no cesa de recibir varapalos judiciales, y el pueblo de Totana pasándolas canutas y con los brazos cruzados ante el “ejemplo” de su alcalde, que se pasa la crisis por el arco del triunfo.

Veamos: como hay que quitarse personal de ese inmenso pesebre que ha ido formando y que ya iniciara su antecesor, el Ilustrísimo Señor y senador Morales, el baranda de turno viene y privatiza el servicio de mantenimiento de los jardines municipales y se lo endilga (¡a ver!) a un ex-concejal de la anterior legislatura, titular de urbanismo (siempre la misma canción) que dimitió por causa del Plan General de Ordenación Urbana, la gran joya de la corona del pepé totanero, con más trampas que una película de chinos y que está tardando más de la cuenta en llevarlo a la basura para que lo recoja un camión municipal y lo conviertan en papel reciclado, que sirva para algo positivo. Se trata nada más que de 677.000 euros. Los trabajadores, por lo visto y cosa natural, se han opuesto porque muchos ya saben lo que les espera.

Y ahora, el coche oficial. Tanto me da de donde proceda el dinero. Aquí se trata de 40.000 euros, casi 7 millones de pesetas, en un coche para el señorito alcalde, imagino que con chófer, puesto que el filigranas en economía tendrá que seguir maquinando en el asiento de atrás mientras recorre la geografía murciana repartiendo su doctrina mesiánica, su mala fama y su pésima gestión que lleva camino de meter al Ayuntamiento en una situación de bancarrota, si no lo está ya. Esto es un auténtico escarnio y un síntoma de la execrable sensibilidad que tiene la derecha en estos momentos tan difíciles. Esta ocurrencia en un alcalde socialista habría desembocado, seguramente, en un auto de fe en la Plaza de la Balsa Vieja, con paella y todo.

Otra más. En el último pleno, según leo, el partido gobernante, el que tanto votan los totaneros (y que sigan haciéndolo, a ver si explota aquello y algún personal serio se hace cargo de la situación) aprobó algo menos de 40.000 euros, sin consignación presupuestaria, para gastos de protocolo (o sea, viajes, comidas del alcalde y concejales, dietas, cohetes propagandísticos y humo de pajas), igualmente en unos momentos donde el personal ya deja hasta de tomar el aperitivo, con lo que nos gusta a los españoles.

Pero esto no acaba aquí, porque el pesebre no se puede abandonar y hay que alimentar estómagos para mantener el tipo en estos momentos en los que el alcalde se apunta al desembarco de Normandía con tal de hacerse una foto y demostrar al pueblo que tanto lo quiere y lo aclama que es absolutamente necesario para, como decían los antiguos, procurar la felicidad de la cosa pública (por no decir República y confundir a algunos lectores). Y, claro, pese al enorme disparate presupuestario del Ayuntamiento de Totana en cuestión de personal (Capítulo I, grande y libre, nunca mejor dicho), el nuevo Mesías viene y sube a ocho los concejales liberados y reparte algo de alpiste entre el pesebre más joven de su antiguo partido, del que, si mal no recuerdo, fue presidente. Podríamos seguir, hay más, pero ¡para qué seguir!

Corren tiempos en los que toca hablar de la crisis, aunque, a decir verdad, en Totana la verdadera crisis se llama Martínez Andreo, don José.

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