L eo la inquietante noticia de que cada totanero debe oficialmente 1.126 euros por la deuda de su Ayuntamiento a los bancos, lo que hace un total de 32,6 millones de euros (unos 5.400 millones de pesetas), a repartir aritmética y religiosamente entre todos, esto es, unas 187.000 pesetas por cabeza. Es muy probable que ahí vayan incluidas las paellas y los roscones de inocentes electoralistas a los que ya nos tienen acostumbrados. Y da la casualidad (con visos de puñetera) que el alcalde y los apóstoles del ramo se cuidaron no despegar el pico ni montar ruedas de prensa, como suelen hacer ante la más mínima chorrada, sobre este enojoso asunto -aún siendo su obligación informar- del que imagino saldrán por los cerros de Úbeda, cada vez más cerca de Totana, porque siempre habrá ocasión de echarle la culpa a Zapatero.
Ante esta catástrofe económica que se enseñorea de mi pueblo, uno no tiene más remedio que acordarse de aquel “plan económico”, parido entre rejas, para salvar a Totana que dio a luz la sarcástica primera autoridad todavía, que, aparte de su absoluta falta de ética, se enfrenta hoy a una kilométrica cola de acreedores frente al pesebre en que se ha convertido el Ayuntamiento desde la época imperial de su maestro, el ex-alcalde Morales, si no han utilizado ya fondos del Gobierno, destinados al programa de promoción del empleo, para desclavar púas.
Pese a todo, este alcalde que nos ha caído en tan mala suerte no ha tenido remilgos ni vergüenzas para utilizar dinero público en un coche de lujo, para pasearse con chofer y escolta, todo en el mismo despropósito, y ahora “exigiendo” al Gobierno Central el pago de la “deuda histórica”, pensando así –intuyo- en seguir desclavando púas entre los totaneros afectados.
“Deuda histórica” que, según leo, cuadraron a golpe de capón y aritmética socorrida el portavoz municipal del partido que manda en este pueblo con tantas tragaderas (gobernar es otra cosa), esperando que le salgan mejor las cuentas que en PROINVITOSA (que aquí lo que mejor cuadra son su sueldo y sus dietas), con la inestimable colaboración de la presidenta del pepé local, que bien podría dedicarse a organizar un cursillo en La Santa orientado hacia la regeneración política, lingüística y ciudadana de sus cuadros de mandos municipales y dejarse de deudas fantasmas, que aquí los únicos que están en deuda, con la democracia, con la historia y con el pueblo, son el alcalde y sus palmeros, amén del presidente Valcárcel por mantener en activo y con semejante aviso de ruina esta vergüenza política en Totana.
Viene al caso citar una famosa anécdota de un párroco que tuvo Totana después de la guerra civil, don Gabriel Cebrián, al que le tocó restaurar la parroquia de Santiago y, por supuesto, recaudar fondos a base de insistentes colectas, de las que con bastante frecuencia, y de esta guisa, daba cuenta en la multitudinaria misa de 12 de los domingos: “Queridos hijos: después de las colectas y limosnas, de la recogida de cepillos, de donativos…” (entonces, daba pelos y señales de todas estas incidencias), “TENEMOS…” (y daba la cantidad en pesetas en caja). Y continuaba: “Por lo tanto, queridos hermanos, teniendo que pagar…” (tantas pesetas), “DEBÉIS…”.
Pues eso, después de (tantas pesetas en impuestos) y con semejante deuda bancaria, amén de las de diario, los totaneros ya tienen un ejemplo de esa brillante política económica de Andreo y los suyos, siguiendo la línea iniciada por Morales en celebrar continuos alboroques y gasto en piolas, viajes, subvenciones al pesebre más fiel porque se las prometían felicísimas con el filón de los convenios urbanísticos, aunque fuese a costa de hipotecar el futuro de Totana de la mano de la corrupción, como así señala el dedo índice de la Justicia con imputaciones a destajo.
Ahora sólo queda iniciar una campaña con orquesta y coros (a lo Ray Conniff) y proclamar que el Ayuntamiento de Totana no paga porque no cobra la “deuda histórica”, claro, y así no se puede trabajar. ¿Hasta cuando hemos de aguantar tanta desvergüenza?
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