- El desprecio a la madre tierra


Por diversas circunstancias, estos días en los que la sombra de la corrupción urbanística en Totana comienza a hacerse más amplia y esclarecedora, me encuentro fuera de mi pueblo, perdiendo así la oportunidad de ser testigo de las actuaciones policiales y judiciales que forman la gran noticia nacional de estos días.
Sin morbo, sin curiosidad insana, sin más intención que, aparte de ir aflorando a la escena nombres y apellidos de los actores de esta lamentable y triste pieza teatral, celebrar que empiece a ser posible que podamos evitar una de las mayores atrocidades urbanísticas alentadas por los dos últimos equipos de gobierno municipales de Totana, a los que no se les otorgó la confianza ciudadana para poner el pueblo en venta, como en buena parte han hecho estos pésimos aprendices de política municipal y peores hijos de su pueblo (que ya pasará su factura), entregarlo al capital y perjudicar a los ciudadanos por los desajustes sociales y económicos consiguientes, todo ello sutilmente amenazado desde la consigna “porque la construcción no debe parar”.
El pasado miércoles, el alcalde de Totana. en una rueda de prensa de carácter lírico-sentimental, en su primera aparición oficial tras abrirse la gran tapadera, decía, lanzando “un mensaje de optimismo y tranquilidad” (¿¿?¿) que “el Ayuntamiento está absolutamente al margen de la investigación en curso”, empleando a continuación lo clásicos términos de los manuales políticos: intoxicación, honorabilidad, maniobras políticas, estabilidad institucional, bulos y rumores interesados. En fin, la pobreza léxica de siempre.
Los ciudadanos no tienen porqué avergonzarse, pues aquí lo que nos da vergüenza es la calaña de ciertas personas que piensan que el pueblo es un cortijo para soltar los convenios urbanísticos a la carta, meter dinero en las arcas municipales no precisamente para infraestructuras y esas cosas tan necesarias y de obligación, e ir tapando agujeros de gasto corriente, fastos para seguidores y púas de alto calibre de las que el Ayuntamiento de Totana, a tenor de los afectados, mantiene un extenso catálogo.
Por su parte, el diputado regional y padre de la Región, Juan Morales, que se encuentra hasta este momento lo más lejos de prestar apoyo a la justicia, puesto que anda sin salir de su cómoda situación de aforado y se siente lesionado en sus derechos por atreverse la Jueza a manifestar las serias dudas que existen sobre su actuación en este ya famoso caso nacional, viene y se descuelga diciendo que todo esto es una maniobra política del Partido Socialista. Comentario tan pobre y tan desconsiderado hacia la Jueza y a las autoridades que instruyen el caso, no es sino un resabio y coletilla de uno de los principales patrones y argumentos de su partido barriendo siempre para el enemigo político, y he dicho enemigo y no adversario.
Un servidor no entra en procesos, registros, detenciones y sentencias (a cada santo su vela) pero si me gustaría manifestarme ante las personas que, a las órdenes de esas cabezas tan super-amuebladas para ciertos negocios que ocupan sillones de primera autoridad local y haciéndose eco de que “este equipo de Gobierno municipal obtuvo el mayor respaldo electoral de la historia democrática de Totana” (que vayan tomando nota algunos, no digo que todos), se ven arrastrados en nuestros consistorios a aprobar lo que manda y ordena el gran jefe, porque así lo recoge y permite la ley, una ley que seguramente habría que revisar en los municipios,.
Hagamos aquí un breve alto para mencionar y recordar al concejal, del grupo municipal popular, que dimitió en la anterior legislatura por no estar de acuerdo con los contenidos del Plan General de Ordenación Urbana, la pieza macabra de estos dos últimos gobiernos. Esto, cuando menos, es un atisbo de honradez política que se agradece de veras.
Planes y proyectos que llevan el germen de la apoteosis del ladrillo, sin atender a razones de equilibrios paisajísticos, demográficos, culturales, sociales, ecológicos que, como se viene demostrando en España, están siendo protagonistas de un gran capítulo de desmanes y corrupción, en beneficio de unos pocos. Ahora le ha tocado el turno a la Región de Murcia, poniéndose Totana a la cabeza, no para vergüenza de Totana, como alertan las malas conciencias políticas, sino, más bien, para oprobio de las personas con nombres y apellidos, que de muchas maneras contribuyen a que estas especulaciones se lleven a cabo. El pueblo ya tiene bastante con aguantar a sus políticos.
Sumidos en la lírica, la vacuidad, la arrogancia y la borrachera de votos, los políticos que participaron en estas lamentables ceremonias de la corrupción urbanística, absolutamente todos los que dieron su voto para que el disparate y el escándalo se abrieran paso como una práctica habitual en la política totanera, deben ser considerados como practicantes del desprecio a su tierra, la otra gran madre que todos tenemos y de la que nos nutrimos. Yo creo que ese título puede ser, entre otros en cuyas instancias ni entro ni salgo, un baldón absolutamente merecido y nada envidiable de emular.

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