- ¿Quo vadis, Totana?

 

Recuerdo cuando en el Ayuntamiento de Totana gobernaban los “señoritos” o, si lo prefieren, los inquebrantables e incondicionales del Régimen y de la España Una, Grande y Libre. Por entonces, el futuro de Totana se llamaba construir “casas baratas”, inaugurar fuentes y grifos en los barrios, poner el agua corriente en las casas, asfaltar el centro del pueblo, que como N-340 que era soportaba todo el tráfico, todos los humos y todos los ruidos entre Cádiz y Barcelona, y poco más, que uno recuerde, porque el proyecto de la Balsa Vieja dormía el sueño de los justos en planos y bocetos que se exponían en el Ayuntamiento.

Hoy, en los inicios de 2009, que nos deja como herencia arrastrada del 2007 un alcalde bastante más que desprestigiado, unas arcas municipales con más telarañas que la lámpara de Aladino y con más púas y alcayatas que en una ferretería, un equipo de gobierno obstinado en mantener al cadáver político de Andreo, una política municipal de estampitas y cromos para aparecer todos los días en televisiones, páginas webs y papel impreso del pesebre (por ahorrarme el honroso nombre de “prensa” con libertad crítica), siento que nuestro Ayuntamiento se ha convertido en un auténtico cortijo donde es posible hacer la más nefasta política municipal (y me estoy refiriendo a los asuntos de cierta importancia) sin que al peculiar pueblo de Totana se le ocurra la más mínima para salir del disparate político que se está viviendo (y coleando) en esta ya tristemente famosa Totana.


Casi un millón de pesetas diarias para pagar sólo intereses de esa deuda que ya cabalga sobre los 50 millones de euros (y sigue, y sigue), pese al Plan Marshall de Andreo, que se trajo de sus soledades enrejadas de Sangonera (me consta que hubo más de media docena que se lo creyeron), sin un duro para invertir y tratar de recuperar puestos de trabajo de esta crisis. por supuesto siempre ajena al maravilloso pepé, (aunque en el Ayuntamiento el pesebre siempre está abierto a los incondicionales y a los que hay que pagar servicios prestados) pero pagando recibos de móviles y paseos de las brasileñas por nuestra geografía –los totaneros siempre tan generosos-, y gastos de mesa y mantel al señor alcalde, porque su dignidad gastronómica está por encima de todo, son índice de los pésimos rumbos que va tomando la actividad municipal por estos andurriales.

¡Qué quieren que les diga! Yo casi prefiero aquellas corporaciones franquistas que no podían hacer otra cosa que, brazo en alto, callar y obedecer a lo que les llegaba de Murcia vía Gobernador, amén Jesús, camarada, pero había bastante menos indecencia política que en la actualidad, y sin tratar de poner el futuro del pueblo en manos de especuladores con un Plan General de vergüenza, sin el más mínimo sentido de las previsiones futuras en una ciudad que algún día tendrá que expresar con total claridad la indignidad de quienes trataron de ponerla en el mercado de la corrupción urbanística por sus manifiestas incapacidades de saber gobernar como la ética, el sentido común y el desinterés aconsejan y ponen de manifiesto en la sagrada labor municipal.

Entonces las cosas adquirían otras dimensiones. Las pesetas sueltas y los céntimos tenían su importancia. Se procuraba enriquecer el patrimonio público, no como ahora que todo está en venta para ir haciendo frente a las incapacidades de los que nos gobiernan en tan gran mayoría (¡a ver si repiten en las próximas, nos llevan a la ruina total y compran el pueblo los americanos, tan aficionados a las cosas antiguas de otros países, y nos ponen, como a los monasterios románicos, junto al río Hudson, a la vera de New York, y Andreo de alcalde, claro).
Tras el desastroso panorama que nos envuelve, edulcorado estas fechas por roscones electorales, musiquillas campanilleras, presupuestos municipales que Dios nos pille más que confesados, actitud numantina del cada vez más enamorado de su sillón, proyectos de nuevas rotondas y hermanamientos para hacerse pipí de la risa, y seguramente refuerzo de la campaña de protección de los incondicionales y de los que no ven más allá de sus narices, y acogiéndonos al aforismo de que entre el día y la noche no hay pared, en Totana todo sigue como estaba, para honda preocupación de los que no pertenecemos al pesebre, no recibimos subvención, ni tiramos cohetes, ni acudimos con pancartas a los plenos municipales. Por eso nos preguntamos: ¿Adónde vas, Totana?

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