- La degradación política



E
stamos asistiendo a numerosas ceremonias en las que políticos revestidos de pontifical, o sea, con sus mejores galas presidenciales, de diputados, de alcaldes con parca ilustración pero listos para hacerse con todo –verbi gratia, hasta con un coche oficial de lujo en plena crisis-; de fiel tropa siempre rondando con cuchillo y tenedor por los pesebres tan nutritivos de la derecha, y demás comparsas, nos están ofreciendo un lamentable espectáculo que poco a poco se va consolidando como un estilo de hacer política.

Un estilo cuya consigna estelar es arrimar toda la leña del monte - cuanto más seca, mejor- a Zapatero y a los suyos, no importa cómo ni de qué manera, a ver si el poder, que por lo visto está hecho para ellos a medida, se pinta de azul, que ya está bien, autorizados como están por la divinidad para organizar los desaguisados que convenga. Algo parecido como con los trajes a medida, que están hechos para la gente fina, que ellos alardean de representar. Por eso, y por lo visto, se los regalan –y sin poner ni siquiera el hilo- para que uno de los suyos haga de Beau Brummel, como Stewart Granger en su día.

Trajes a medida de buena pastorra, espionaje en familia organizado con tejemanejes de thriller y happy end para doña Esperanza, que parece escapada de una zarzuela madrileña, chuleándose del personal del patio de vecinos; amparo y cobijo de la corrupción urbanística que se vende como beneficio para el pueblo; conversaciones telefónicas donde se reclaman comisiones millonarias, afán de rápido y vil enriquecimiento que se va instalando en la cultura colectiva como ejemplo a seguir por quien buenamente pueda; ataques patológicos al poder judicial cuando las sentencias les hacen pupa, reparto de coches de lujo para agraciados que miran hacia los lados mientras otros mueven los papeles en la dirección conveniente; vergonzosa indiferencia por las responsabilidades de un auténtico caradura –para más inri, “responsable” de la justicia de su partido- en un accidente aéreo con 63 víctimas mortales pero que no le impidió lo incalificable de pedir la dimisión de un ministro rojete que se fue a cazar conejos con un juez.

Pese a estos y otros baldones, la sacrosanta oposición no parece sufrir el castigo de sus votantes, que lo ven todo de forma tan natural, sin sobresaltos, sin estupor ni sonrojo, sin retortijones estomacales ni santas pedorretas por semejante uso de la política, con el añadido, como ocurre en el caso de Totana y tantos otros pueblos gobernados por alcaldes mediocres enamorados del ladrillo, de la onerosa gestión de los fondos públicos y el desprecio a las políticas sociales del Gobierno central, caiga quien caiga.

Considerando que el panorama no puede ser más desolador; considerando que la corrupción ya es como algo de casa; considerando que para la derecha todo parece valer con tal de lograr sus objetivos de mandar al por mayor, hemos de convenir –y convenimos- que la degradación política se está instalando en nuestro entorno, camino de convertirse en moneda corriente.

Si hemos de pensar que a mayor corrupción, a mayor insidia política con continuos ataques al sistema, al personal se la va a seguir poniendo indiferente -y sin escatimarles el voto a esta tropa de vocaciones inconfesables-, mejor será que vayamos pensando en otras disciplinas para solazarnos y poner a buen recaudo nuestra esperanza como ciudadanos, a ver si, mientras tanto, la razón y el sentido común devuelvan a quien corresponda algún gramo de decencia, de responsabilidad y de ética.

1 Comentario:

Anónimo dijo...

A veces, cuando no se tiene nada importante que decir.............. lo mejor es el silencio.

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