- Lo que hay que tener


Estas últimas semanas vengo escribiendo una serie de artículos, algo parecido a una serie, que comienza por “lo que”. De este modo hemos desarrollado algunas ideas sobre lo que está en juego y sobre lo que no se sostiene. Hoy volvemos sobre estas mismas huellas, ya que la situación política en Totana, con el regreso del alcalde a ese sillón que tanto le gusta, tanto que no ha tenido lo que hay que tener –cada cual que ponga lo que estime conveniente- en una tesitura tan clara como la que se ha producido, con una autoridad que acaba de volver de dos meses entre rejas, visto cómo le retiraban su pasaporte y obligado a dejarse ver por el Juzgado.

Y, claro, yo me hago algunas preguntas: ¿Qué clase de alcalde tenemos?, ¿a qué especie política pertenece?, ¿en qué condiciones, entonces, ha de dimitir uno?, ¿qué confianza van a tener los ciudadanos que no están encuadrados en esas multitudes creadas por nuestra Policía Local?, que algunos medios perfilan más como un “numeroso grupo”, vaya por Dios. Pero resulta que si analizamos el panorama de la Región de Murcia , teniendo de fondo la indignante actitud de la patronal del pepé ante lo que está sucediendo en varios de sus Ayuntamientos, habrá que convenir que estamos ante una evolución de la política y el concepto sobre la gestión de los cargos públicos que, cuando menos, resulta intolerable, bochornosa y vergonzante, por dejar los calificativos en un trío, que siempre resulta socorrido.

Vuelvo a decir que en nuestra sociedad murciana se está instalando, si no se ha instalado ya, una lamentable aceptación de la comisión de determinados delitos como la cosa más natural del mundo, para la derecha, claro. Y, mientras tanto, sus dirigentes, con el fin de no hacer frente a estas situaciones, orientan sus tesis pulsando los resortes de la crispación, la mentira y la contraofensiva (aquello de “y tú, más”), desprestigiando a la Justicia, a los jueces y a cuantos se pongan por delante, sin miramientos y con la ayuda de sus eminencias reverendísimas, ese rebaño con voz aflautada que le encantaría llevar bajo palio a Rajoy.

Así nos luce el pelo, queridos amigos. El verbo dimitir no se ha hecho para estos muchachos. Tendremos que ir pensando que se trata de un verbo de izquierdas o, si lo prefieren, progresista. Se ha llegado a extremo en el que al noble ejercicio de la política se le está sometiendo a toda clase de vejaciones, mientras algún diputado, varios alcaldes y muchos concejales campan por sus respetos sin el menor sentido de la vergüenza y honradez política, sin respeto para los ciudadanos que rechazan abiertamente las prácticas ilegales y el desprecio por el equilibrio de los pueblos. Esa clase de políticos debería estar absoluta y totalmente marginada no sólo para ejercer sino para olfatear un cargo público, dando paso a los que entienden la política como un servicio a todos los ciudadanos y no a los magnates de la viruta y a los de la cuerda, que son los que aplauden con las orejas toda la sarta de disparates y absurdos que corren con permiso de la autoridad y aunque lo impida el tiempo.

Desde bastante antes de la excarcelación del alcalde de Totana, venimos escuchando lo razonable, sensato, digno y ético que sería por su parte presentar la dimisión. Nada más lejano de todo eso. En un acto incalificable, el señor alcalde –encarcelado, imputado con no sé cuantos delitos, en libertad provisional previo afloje de 11 millones de pesetas, controlado en sus idas y venidas, aireados sus “favores” por toda España y países de expresión española y por toda la comunidad europea...- regresa a sus cuarteles de invierno tras habernos dejado algunas perlas de la literatura carcelaria y haber enfervorizado a las masas (cada vez más masas con la Policía Local contando), elevando a actuaciones místicas todas las irregularidades administrativas llevadas a cabo.

Ante esta situación tan lamentable, el arriba firmante, como ciudadano totanero y fervoroso de la legalidad, desea manifestar su perplejidad y su asombro por esta actitud tan pobre y tan mezquina como detentador de un cargo público que le obliga a una integridad que no vemos por ningún lado, estando acusado por la Justicia y sometido a ciertos correctivos, como hasta el más tonto puede observar, aunque no lo parezca, a tenor de lo visto y escuchado en mi pueblo.
Pero, claro, en estos casos y para estas cosas se necesita, sencillamente, lo que hay que tener.

¿Algún comentario?

Deja tu opinión aquí

SUBIR