- Convenios urbanísticos para todos

Estamos hasta salva sea la parte de la engañifa del agua para todos, uno de los desvergonzados inventos de nuestra derecha regional una, grande y libre, tras estallarle a algún ilustrado los 100.000 millones de neuronas que por visto circulan por nuestro sistema nervioso. Sin embargo, la triste verdad es que, pese a las horribles pancartas que vienen afeando los balcones de los ayuntamientos gobernados por el pepé, esta es la santa hora en la que este personal no ha traído a la Región de Murcia ni un vaso de agua con que tomar bicarbonato. Pero, claro, a ellos, como en casi todo lo que sucede en política, en economía y cuanto pueda afectar al beneficio o al bienestar de la ciudadanía gobernada por los rojos, rojetes y rojillos, les trae sin cuidado mentir, propalar cuentos, ser contumaces en el error –al estilo calvinista- y permanecer perdidos por la caverna, sólo que en ésta, al contrario que la caverna platónica, no hay luz en el fondo sino una triste vela que se apaga continuamente.
Totana, mi pueblo, cuyo “buen nombre” ha intentado “salvar” un grupo de paisanos con no pocos infiltrados, confundiendo el culo con las cuatro témporas, que diría el inefable Camilo José Cela, cuando han sido nuestros dos últimos alcaldes los que han pringado toda esta historia que, muy al contrario, le está proporcionando una difusión inesperada, va a servir de ejemplo nacional para descubrir desaguisados urbanísticos, pelotazos, torcidas actuaciones municipales y el rosario de vicios administrativos que se otean en el horizonte en torno al ladrillo salvaje. ¡Soy más totanero que nunca!a!
Sin pretender hacer comparaciones con el tan traído y tan llevado roscón de Inocentes (aquí se empeñan en llamarlo de Reyes, pero no cuela), nuestro Ayuntamiento tendría que ir al libro Guinness de los récords. Nos referimos a la famosa tacada de la aprobación de 60 convenios urbanísticos por el Ayuntamiento de Totana en la anterior legislatura, donde Juan Morales presidía el Consistorio y el alcalde encarcelado enarbolaba la concejalía de urbanismo y del territorio y esas cosas tan peligrosas para andar jugando con ellas.
Mientras la pancarta insistía en el agua para todos, el guión y los papeles se repartían en los convenios urbanísticos que, a cambio de traer viruta –una parte por anticipado y el resto al entregar la mercancía, como en los buenos negocios- a las arcas municipales (¿cómo atender el enorme presupuesto dedicado a personal, las concentraciones gastronómicas en el comedor de campaña de la Balsa Vieja, los gastos suntuarios bajo el lema “lo que haga falta”, la explosión editorial sin parangón en ningún municipio de la Región, positivo por otro lado pero a costa de mucha viruta), ponía los alrededores de Totana en venta en una actuación municipal que descalifica per omnia saecula saeculorum a cuantos estamparon su firma en todos esos convenios que llevan colgando urbanizaciones y ridículos paraísos de falso ambiente mediterráneo.
“¿Y el agua?”, se preguntan los más sensatos. “Pero, oiga”, responden tras el balcón del Ayuntamiento: “¿no pedimos agua para todos? Pues eso”.
En todo este fregado que han organizado las señoras y señores de la derecha gobernante en Totana, con el señor alcalde y el señor diputado (me ahorro lo de ilustrísimos) a la cabeza, a los que varios centenares, o miles, como quieran ellos poner, que para eso son muy suyos, empezando por los tres cuartos de comunicación de mi pueblo, porque, a tenor de la información y análisis vertidos en este asunto del que ya llevamos un mes de trajines, siento decir que no llegan a medios; en todo este fregado, decía, sucede un hecho absolutamente lamentable. Y no es otro que el personal apenas si ve más allá de lo que le puede caer o le pueden endilgar al alcalde cuando le den el finiquito, y al diputado cuando pierda la patente de corso tras la que se escuda sin el más mínimo rubor. Porque más allá de todas estas cuestiones personales está, y esto es lo más importante, todo lo negativo que le puede caer a Totana por culpa de los convenios urbanísticos que, bien por sí mismos o individualmente, bien en conjunto, con una cifra de chalés, villas, casas, duplex o adosados, a elegir, sin duda alterarán su equilibrio en todos los sentidos hacia los que queramos apuntar: económico, cultural, paisajístico, ecológico, educacional, sanitario, costumbrista,,,
Todo porque unos señores que reciben el nombre de concejales (muy posiblemente, sin estar preparados para este menester tan serio) secundan a un jefe de filas que nos asusta de tanta honradez y buenas promesas que alientan sus mítines y declaraciones, ponen su firma en unos documentos llamados convenios urbanísticos que es lo más parecido a una sentencia de muerte (lenta pero segura) de los valores de un pueblo que se va a ver obligado a cambiar sus esquemas por el capricho de unos equipos de gobierno que les sobra desvergüenza política para seguir y les falta visión y algo más de lo que están proponiendo a nuestros descendientes.
Al cuento del agua para todos se une la crónica negra del convenios urbanísticos para todos. Y, en medio de todo, Totana en juego. Dimisión, por favor.

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