- Totana o el esperpento

Desde que se destapó el frasco de las esencias urbanísticas con sabor a corruptela en Totana, nos encontramos con un alcalde encarcelado y poco menos que propuesto para subir a los altares o acreedor a un monumento ecuestre en su Paretón natal, promovido por sus enardecidos seguidores, por obra y gracia de los “favores” políticos que se le atribuyen, y que la justicia denomina “delitosfans".

Y, ¡cómo no!, un ex alcalde y actual diputado en huelga de sillón que no renuncia ni a la viruta ni a su acta de diputado, experto en historias de ladrillos y convenios urbanísticos a la carta, hoy escaqueado de la Asamblea Regional, añorando quizás sus buenos tiempos de baranda de Totana con aquellos gloriosos días de paellas y roscones en la Balsa Vieja, el gran comedor de campaña del pepé, que tan buenos resultados le viene dando.

Rozando el mes y medio de enseñar las vergüenzas políticas el equipo de gobierno de nuestro Ayuntamiento, aquí no sólo no ha dimitido nadie sino que el alcalde, desde la trena, en plena fase Sangonera y haciendo símiles con la misma divinidad en una epístola que es una auténtica perla de la literatura carcelaria, ha dicho que desea seguir en el sillón.

Pero en el ayuntamiento falta viruta y el alcalde en funciones y el portavoz del grupo se van a la capital en busca de árnica ante una situación económica insostenible que va camino de la quiebra.

He aquí una acción propia de un grupo político con un peregrino sentido de la democracia y el consenso. Como si aquí no hubiera pasado nada, los susodichos quieren colar el PGOU, absolutamente bajo sospecha, contestado, criticado, cuestionado en sus grandes líneas y en sus ansias urbanísticas, cuyo resultado ya vamos viendo con el primer botón de muestra (y si esta es la muestra, ¡cómo será el paquete!), mientras el alcalde se dedica en la cárcel a mostrar su inquebrantable vocación de alcalde, ante el estupor de los ciudadanos con los cables en su sitio, esto es, sin cruzar. Esto lo podemos adjetivar como surrealista, esperpéntico, peripatético (no aristotélico) y políticamente descabellado.

Y en Murcia, ¿qué pasa mientras tanto? Pues, mientras tanto, en Murcia pasa que el señor presidente, don Ramón Luis, no cesa de resbalar y de desdecirse. En un principio –dijo muy solemne- cualquier imputado (vamos, cualquier chorizada de uno de los suyos) sería castigada con junco y caña verde. Después, a la vista de que el chorizo era de notables dimensiones, nos dice que con sólo 8 imputaciones de delito 8, “no se tomarán medidas hasta que se conozca la sentencia”. Y, finalmente, cuando el periodo de encarcelamiento rebasa el mes y el asunto se pone bastante feo, el señor presidente nos dice que “el alcalde no ha metido la mano”, así que ya le pueden imputar los jueces. Aquí no pasa nada y si te he visto no me acuerdo.

Por no irnos a otras latitudes (La Zerrichera, Torre Pacheco…) donde su partido y el urbanismo ladrillero salvaje están a partir un piñón, el señor Valcárcel, secundado por el jefe de filas de Murcia y alcalde, se dedican a hablar del contubernio de los socialistas con los jueces antes de reconocer que algo huele a podrido en torno a sus siglas con estos pelotazos y negocios

urbanísticos donde mi pueblo, ¡qué alegría, madre!, está apareciendo por todos los papeles, ondas y pantallas nacionales, a pesar de la rocambolesca plataforma por el buen nombre de Totana, que, paradójicamente, tendría que protegernos de la fama de otros nombres pero con apellidos. Lo dicho: un esperpento lo de mi pueblo.

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