- Totana, un mal trago

Los procesos judiciales por presuntas corrupciones en materia urbanística iniciados contra los dos últimos alcaldes de Totana, ambos del pepé -a cada uno, lo suyo-, unidos a los resultados electorales locales del 9M, han desembocado en Totana en un ambiente socio-político que tildaríamos de irrespirable en un pueblo que se caracteriza por sus fragancias de azahar que bajan de sus hermosos huertos que, lamentablemente, se van quedando sin naranjos y se van vistiendo con las horrorosas tiras verdes para desgracia del entorno. Totana, pueblo donde tradicionalmente la mayoría del personal dice “no querer saber nada de política”, ha perdido el traste y el compás y se ha situado fuera del tono habitual de lo que es una simple confrontación entre partidos que no debería ir más allá.

Presidido por la falta de dignidad de un alcalde que ha perdido los cuatro puntos cardinales de la política y que, en su particular y variopinta interpretación de la realidad circundante, se resiste a dimitir a pesar del lastre que viene arrastrando, el ambiente político de Totana se ha trastocado en una especie de sacrosanta cruzada de la derecha, muy alejada de los manuales al uso, que nos está convirtiendo en una comunidad digna de un profundo análisis sociológico.

Lamento decir que en mi pueblo, donde contemplo últimamente ciertos actos de manifiesta mala fe hacia mi persona, por otra parte absolutamente devaluados no solamente por faltar a la verdad sino por el hecho de provenir de elementos de pensamiento fosilizado y peor catadura política por su conocida extracción fundamentalista (que esperamos no me obliguen a que desemboquen en las mismas dependencias judiciales donde se interrogó al señor alcalde en la tarde-noche de autos), este ambiente viene cargado de ciertas actitudes de orden tribal y de naturaleza sectaria, debido, en buena parte, a los profundos rasgos de clientelismo fomentados por la derecha gobernante (basta mirar el grosor de la nómina municipal, uno de sus grades viveros de votos), a un concepto de la política heredado de la época franquista y a dominar las viejas artes de la engañifa, mediante una pronta y descarada actitud para dar la vuelta a las cosas. Hay que reconocer que saben hacerlo a la perfección.

En mi pueblo, que está siendo intoxicado por posicionamientos políticos ultras que vienen alimentando a enfervorizados seguidores que lo están llevando al descrédito general, buena parte del personal se jacta de que, “teniendo en cuenta los resultados de las últimas elecciones”, cada vez “quedan menos rojos en Totana”, sin caer en la cuenta que al ser ellos más la situación se empeora. Son resabios de la España posbélica. Claro que en España resulta que no sólo han aumentado los rojos, sino que no hay más remedio que aguantarlos otros cuatro años más. Porque, aunque el tango en la voz de Gardel diga “que 20 años no es nada”, en política cuatro años y con rojos en el poder, son demasiados.

Paralelamente a este enrarecimiento ambiental, el alcalde para la eternidad sigue ejerciendo su pintoresquismo, muy en línea con la situación a que ha dado lugar. A su proverbial avidez de salir en la foto, sin advertir el rechazo que provoca en tantos lugares que no están por la labor, hay que unir el ya famoso pleno municipal de los comercios totaneros objeto de una lista de no sé quién ni me importa, que por sí sólo podría figurar en el museo del esperpento nacional. Y es que, a punto de entrar en la primavera, podríamos decir que el alcalde ha perdido el vernal y el sentido de la orientación en materia política, en la que no es, precisamente, un ejemplo a seguir.

Mal pintan las cosas por Totana entre cruzadas contra los rojos, plenos de traca a costa del contribuyente por una lista de andar por casa; alcalde contumaz, indigno ostentador de un cargo que está denigrando por su atasquería; malos gestos entre vecinos que los de un lado tratan de enfrentar políticamente, con Totana de fondo, que sigue sirviendo de referente en España a la pregunta nacional “¿pero qué pasa en Totana?” o esa otra de “pero ¿es verdad lo del alcalde?” Y la gente, como dicen por ahí, se rula, por no decir una ordinariez.

Y, mientras tanto, el resto de Totana, sin tomarse la cosa a juerga nacional y repartiendo esta penosa historia entre la indignación, el asombro, la vergüenza, el miedo y, a veces, la indiferencia, a tragar.

¿Algún comentario?

Deja tu opinión aquí

SUBIR