- Un alcalde para la eternidad

Acabamos de leerlo. El alcalde de Totana, el único en activo en España con experiencia carcelaria durante su mandato, imputado por ocho delitos que buena parte del pueblo totanero se resiste a homologar, con permiso de circulación peatonal a precio de millones de las antiguas pesetas, obligado a presentarse en el Juzgado por razones de pura y simple desconfianza de los jueces, el alcalde de Totana, digo, a menos de 48 horas de conocerse los resultados de las elecciones, ha lanzado una nota de prensa que bien merece pasar a la antología de los textos políticos de la España una, grande y libre.

Queridos amigos, nuestro alcalde (el mío es el de Murcia pero como mis raíces son muy fuertes con Totana no tengo inconveniente -es un decir- en asumir semejante relación) ha dicho que no piensa dimitir dados los extraordinarios resultados de las elecciones en Totana, que avalan su gestión municipal, y donde el pepé no sólo ha arrasado sino que parte de sus fieles y aguerridas huestes, según leo y escucho por esta ladrillolandia murciana, ya están poco menos que pensando en organizar un Tedeum de acción de gracias porque los “rojos” son cada vez menos en el pueblo.

Ante semejante salida de tono, habría que recordarle varias cosas al señor alcalde: 1ª. Que las elecciones eran generales y el personal se jugaba gobernar España y no el tristemente famoso pueblo de Totana; 2º. Que el susodicho justifica el no dimitir por unos miles de votos (los que sean) que iban destinados al partido que lo ha expulsado y al que, por supuesto, ya no es el suyo; 3º. Que, haciéndose el listillo, el aludido alcalde toma el rábano por las hojas, le pone puertas al campo y se pone a garvillar el agua y lanza un mensaje que me parece una auténtica tomadura de pelo a todo el pueblo, a la esencia de la democracia, y, por extensión, a toda la Región de Murcia, boquiabierta y culicerrada ante semejante derroche de surrealismo y visión futurista del personaje totanero.

La decisión de dimitir como alcalde, que es lo más decente, sensato y ético, políticamente hablando, que podía haber hecho desde su excarcelación, vista su negativa, públicamente difundida para general conocimiento del españolito que vienes al mundo, nos libre Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón, con permiso de Machado, se convierte en una interpretación tan surrealista que alguien podría pensar en el posible poder de las urnas para solventar causas judiciales como la ya conocida en toda España, con islas adyacentes y antiguas plazas de soberanía, del alcalde de Totana, que, en una curiosa versión del Juan Palomo, yo me lo guiso yo me lo como, se ha hecho su guiso con su correspondiente aderezo y se lo ha zampado él solito, más ancho que el noble campo de Totana que lo vio nacer.

Totana, lamentablemente, es un pueblo con una larga historia de consentimientos y hechos tristes. Veamos y consideremos: que al hotel de La Santa le cuelguen el cartel de “monasterio”, dándole una coz a la historia y a la verdad porque así se le pasó por el albedrío a la empresa encargada de su gestión; que, años atrás, el partido de la derecha, entonces en la oposición, organizara una manifestación contra la coalición gobernante por la subida de impuestos, con un fin de fiesta que incluía el asalto al Ayuntamiento, intentos de agresión al alcalde socialista y otros zafarranchos; que tengan colgada en el balcón del Ayuntamiento la burlesca pancarta del agua para todos, la mejor engañifa jamás contada al pueblo murciano; que la derecha vaya entonando por Totana y en otros sanedrines cantares de gesta por las hazañas del alcalde, cuyo único delito ha sido, según la vox populi, hacer “favores” al sufrido pueblo, como si fuese el santo del día... Y ahora, lo de “no voy a dimitir” porque así entiende que en este sentido se ha expresado el pueblo soberano. Amén.

Ahora mismo no acierto a ver los perfiles exactos de cómo pasará a la historia el alcalde de Totana. Pero estoy seguro de que en otra época algo más romántica y ensoñadora que la actual, al asunto, desde sus esperpénticos inicios, le habrían sacado cantares de ciego, coplillas de mercado, pliegos de cordel, estampas religiosas, folletines por entregas, aleluyas, letrillas y romances. La cosa no es para menos con un alcalde para la eternidad.

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